Un 22 de agosto de 1978, en Managua el aire parecía contener la respiración de un país entero, la ciudad vivía bajo la opresión de Somoza y cada calle y cada plaza parecía observar con miedo mientras dentro del Palacio Nacional el Congreso somocista sesionaba como si nada presagiara lo que estaba por ocurrir: un grupo de valientes combatientes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se acercaba sigiloso conscientes de que aquel día, cambiaria la historia.
La “Operación Chanchera”, también llamada “Operación Muerte al Somocismo”, estaba a punto de estallar: liderados por Edén Pastora, el comando guerrillero «Rigoberto López Pérez» irrumpía en el Palacio y cada puerta y pasillo que cruzaban durante la sesión del Congreso retaba al poder absoluto de la dictadura, ya que esta operación no solo liberaría presos políticos y reforzaría a la resistencia sandinista, sino que encendería la llama de una revolución que pronto recorrería todo Nicaragua.
Entre los liberados había 50 compañeros revolucionarios sandinistas, el comandante Tomás Borge Martínez, fundador del FSLN, y el compañero René Núñez Téllez, líderes que regresaban a las filas sandinistas con la mirada firme y la determinación intacta, dejando claro al régimen de Somoza que su control se desmoronaba y que la victoria del pueblo estaba cada vez más cerca.

Y es así que la valentía de aquel día demostró que el miedo podía ser roto, que incluso las dictaduras más feroces tenían fisuras y que la unidad de un pueblo era capaz de derribar lo que parecía intocable; el asalto al Palacio Nacional no fue el final sino el principio del fin, un acto que encendió la esperanza y abrió el camino hacia el 19 de julio de 1979 cuando Nicaragua despertó al fin de su larga noche y la Revolución Popular Sandinista triunfó, marcando para siempre la historia del país.
A cuarenta y siete años de aquella gesta, Nicaragua recuerda el asalto al Palacio Nacional no solo como un golpe certero a la dictadura somocista, sino como el inicio de un camino que transformó la historia del país, y hoy bajo el mandato de los copresidentes comandante Daniel Ortega y compañera Rosario Murillo estamos en tiempos de paz, de victorias revolucionarias, de políticas educativas y de derechos restituidos, presentando esa memoria como herencia viva de un pueblo que un día se atrevió a desafiar lo imposible.